Casa. Que alivio estar aquÃ, ¿Es realmente un alivio? Si acaso un martirio muy relajante. (A veces)
Me he sorprendido a mi misma en más de una ocasión diciendo "quiero irme a mi casa".
Wey, estoy en mi casa. Tengo casi dos perros meses en casa. No he salido de ahÃ, y de alguna manera, me sigo sintiendo ajena a ella.
Y es que irse a casa no es un lugar en el espacio, es un lugar en la mente. Es un estado mental y emocional de paz, de tranquilidad, de sentir que todo está bien y puedes descansar.
¿Hace cuánto que no estás en casa? ¿Hace cuánto anhelas un hogar?
¿Hace cuánto has arrastrado tus problemas a tu lugar sagrado, a tal punto que corrompiste la paz de tu recinto?
Me convertà en una persona sin hogar. Porque ni en casa me siento en casa.
Porque hasta en casa me siento en el trabajo.
Porque hasta en casa me siento en la escuela.
Porque hasta en casa me encuentro con mis problemas, que se originaron muy lejos de casa.
Y porque, para acabarla, en la casa misma nacieron problemas, problemas con los que me encuentro encerrada.
La casa se convirtió en prisión, se convirtió en armario de emociones que arrastré conmigo, con las que me encerré en casa junto con ellas.
Recuerdo aún haber sido una niña; recuerdo el llegar después de un dÃa de clases, sentarme a ver caricaturas y olvidarme del mundo, que entonces me era ajeno.
Y es que para eso es la casa, porque la casa no debe ser una parte del mundo, sino una extensión del mismo, que lo desconoce por un rato, para disfrutarse a uno mismo. Quiero irme a mi casa.